23 de enero de 2009

No te guardes nada, gasta

No te guardes nada, gasta,
derrocha alegrías, dichas,
truécalas en aire azul
por que vayan en volandas,
por el cielo, hazlas agua,
llena los cauces del mundo
con su espuma desatada,
entra por almas dormidas,
sacúdelas por las alas,
agita, como trigales,
grandes campos de esperanzas,
rebosa, rebósate
de amar y de ser amada:
porque
ni este día, ni esta noche
se te acabaráel amor,
ni la amada se me acaba.
Nos queda mucho. ¿No sientes
inmensas huestes de besos,
de resistencias, bandadas
de porvenir en las manos,
de arrebatos y de calmas?
¿Lo que me queda, invisible,
callado, guardado, al fondo
de lo que tocan los ojos,
de lo que las manos palpan?
Y no está bajo la tierra,
mineral sordo, esperando
con alma pura de oro.
Ni es tampoco don ingrávido,
secreto fruto celeste,
suspendido
de alguna rama del aire,
preparándose a tus labios.
No, no está lo que nos queda
ni en las minas, ni en los altos
huertos de estrellas maduras,
no son diamantes ni astros.
No existe, no tiene forma,
aun no sufre los penosos
contornos de lo creado.

Lo que nos queda palpita
en lo mismo que nos damos.
Allí detrás de los besos,
de las miradas, del gozo,
sin forma están y seguros,
gozos, besos y miradas,
esperados, esperando.
Con cada abrazo le nace
un nuevo ser a otro abrazo.
El beso que se termina
otro pide a sí mismo,
y en su dichoso expirar
le siente ya madurado.
¡Darme, darte, darnos, darse!
No cerrar nunca las manos.
No se agotarán las dichas,
ni los besos, ni los años,
si no las cierras. ¿No sientes
la gran riqueza de dar?
La vida
nos la ganaremos sIempre,
entregándome, entregándote.

PEDRO SALINAS



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