10 de diciembre de 2007

A la muerte de Filis

En lúgubres cipreses
he visto convertidos
los pámpanos de Baco
y de Venus los mirtos;
cual ronca voz el cuervo
hiere mi triste oído
el siempre dulce tono

del tierno jilguerillo;
ni murmura el arroyo
con delicioso trino;

resuena cual peñasco
con olas combatido.
En vez de los corderos
de los montes vecinos,
rebaños de leones

bajar con furia he visto;
del sol y de la luna
los carros fugitivos

esparcen negras sombras
mientras dura su giro;

las pastoriles flautas,
que tañen mis amigos,
resuenan como truenos
del que reina en Olimpo.
Pues Baco, Venus, aves,
arroyos, pastorcillos,
sol, luna, todos juntos
miradme comprensivos,
y a la ninfa que amaba
al infeliz Narciso,
mandad que diga al orbe
la pena de Dalmiro.

JOSÉ CADALSO

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